Aunque sabemos que en nuestra sociedad, por lo
general, el silencio resulta incómodo, no decir nada puede ser lo mejor que podemos
hacer para el bienestar emocional del niño. Escuchar atentamente y en silencio
es un voto de confianza, respeto y amor.
La escucha le da al niño un claro mensaje de que nos
interesa, le aceptamos –sea cual sea su estado de ánimo–, confiamos en él o
ella y respetamos su forma de descargar el dolor.
Si percibes que decir lo que debe hacer y corregirle no hace más que
aumentar el enfado de tu hijo/a, alumno/a, acuérdate del silencio.
El niño necesita ser escuchado, y ofrecerle el regalo
del silencio es a menudo el mejor camino hacia el amor. La escucha auténtica,
sin interpretar los sentimientos del niño y sin juicios ocultos ni consejos,
ayudan al niño a expresar sus sentimientos sin llorar, lo que lleva a su
recuperación emocional. Aunque puede que nos sintamos incómodos ante la
expresión dramática de sus emociones, para el niño es una forma saludable de
dejarlas salir.
Más de
una vez hemos escuchado enfados entre hermanos o amigos que gritaban: “¡No voy
a volver a jugar nunca más con él!”…, bien, al cabo de unos minutos hemos
podido observar como la ira se va y continúa el juego…
Cuando
los sentimientos de odio se expresan libremente ante alguien que escucha con
amor, el niño puede superar esa emoción y volver a experimentar amor y
felicidad.
me gusta ,me ha hecho reflexionar.
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